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Nuria Ortiz es criminóloga y antigua alumna del Máster De Intervención Criminológica Y Victimológica. Hace unas semanas emprendió un viaje hacia Grecia para colaborar y ayudar a los refugiados. Allí, encontraron una asociación, la HIA, que en ese momento estaba abriendo una escuela y el Women Space en uno de los campos con menos recursos, Nea Kavala.

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Nuria, cuéntanos tu experiencia…

En mi caso, fueron dos semanas ayudando, primero, en la habilitación de una antigua fábrica para la acogida de refugiados (Elpida), y en el campo Nea Kavala, donde realizábamos actividades lúdico-educativas con los pequeños que iban a la escuela del campo e impulsamos el espacio para mujeres. En la escuela realizábamos juegos y actividades con los que buscábamos aprender inglés además de valores como el respeto, el compañerismo, el no racismo, la solidaridad; en el Women Space buscamos un espacio donde las mujeres podían liberarse y salir de sus haimas por unas horas, pues pasan todo el día en ellas, cuidando de los hijos, haciendo la comida, lavando la ropa a mano…

En definitiva, se trata de devolverles algo de ilusión y mostrarles que hay gente que se preocupa por ellos.

¿Qué situación encontrasteis al llegar allí?

Lo cierto es que la situación es difícil de explicar. Tardas varios días en hacerte con la rutina del campo y en entender la realidad que están viviendo los refugiados. Sin duda la vida allí no es fácil. Familias con niños y bebés que viven en tiendas, haimas de cinco metros cuadrados que hacen de dormitorio, salón, cocina… el calor es sofocante y dentro de las tiendas es casi imposible estar. Una de las familias nos invitó a comer con ellos, fue un momento maravilloso, pero se veía la incomodidad en sus ojos cuando no podían ofrecernos unos cubiertos o un vaso, pues no tenían nada y comíamos en el suelo, todos de la misma olla. Las condiciones de sanidad no son mejores, todos se quejaban de la comida, “no es suficiente ni mucho menos buena, y menos para los niños”; y los baños y las duchas son escasos y nada higiénicos.

Y a toda esta situación se suma la constante preocupación por tener noticias del conflicto en sus países. No había día en que alguno de ellos nos enseñaba alguna foto de la guerra, de una ciudad derruida tras un coche bomba, de casas masacradas por un bombardeo, de victimas mutiladas o muertas en la calle, etc. Independientemente de sus ideas políticas (de las que no solían hablar) todos están de acuerdo en una cosa, el DAESH causa el terror y la muerte. Muchos no entienden porque, otros saben que el simple hecho de ser parte de una comunidad u otra es motivo suficiente para que les maten. Miedo y odio, eso es lo que ven los niños. Muchos siguen indiferentes a lo que ocurre, juegan y se entretienen, pero muchos otros, sobre todo los jóvenes, están viviendo situación insoportable. Son conscientes de lo que ocurre, la mayoría de los niños no están escolarizados y los mayores tienen que cuidar de los pequeños por que la familia no da más de sí. Muchas de las familias no están completas, pues los miembros de estas están repartidos en diferentes países, Siria, Alemania, Libia, Reino Unido, Grecia…

 

¿Qué problemas detectaste al llegar?

Sin duda es difícil intervenir en estas situaciones, pero lo primero con lo que nos encontramos en nuestro primer día en contacto con los niños fueron los conflictos racistas entre ellos, pues algunos sirios no querían jugar con kurdos, y sirios y kurdos rechazaban, muchas veces, darle la mano a cualquier Yazidi, así que fue muy importante ejercer como mediadoras en muchos de estos conflictos. Lo mismo ocurría entre las mujeres al inicio de las clases, que con la excusa del idioma o el nivel de inglés, por ejemplo, se separaban rápidamente entre árabes y kurdas-yazidis.

En cuanto a los riesgos, es obvio que una vivencia de ese tipo es un factor de riesgo para los niños. Las muestras de odio de unos contra otros es constante, así como la tensión de los adultos y las fuerzas militares en algunas ocasiones o las situaciones violentas que se generan constantemente en momentos como el reparto de comida o la llegada de noticias desesperanzadoras.

Si hablamos de los adolescentes o jóvenes, los que conocí eran jóvenes implicados en la mejora del campo, que se interesaban en ayudarnos en la escuela y buscaban algo que les motivase y les llenara el tiempo, pero no podemos negar que la situación en la que viven es injusta y en muchas ocasiones les desborda. Concretamente, en el campo en el que estuvimos se han dado multitud de altercados, jóvenes y mayores que se ven superados y reaccionan con violencia. Tienen mucho tiempo para pensar y se retroalimentan entre ellos, quejándose de las circunstancias del campo, de la desinformación, de una situación legal, la del asilo, que no controlan y desconocen todo lo que ello supone… se sienten encerrados por lo militares y por un gobierno y una Europa que les ha dado la espalda.

En definitiva, este viaje me ha enseñado muchas cosas, como que la solidaridad y el respeto son la base para el cambio, y que con los pequeños gestos también se logran grandes cambios.

 
 


Una experiencia que Nuria y sus compañeras han querido relatar en su blog, PAPELES MOJADOS (https://papelesmojadosblog.wordpress.com/)